esperaba junto al anden la llegada del tren.
Le acompañaban como siempre, su chaquetón negro de los días de mucho frío
y el sombrero de las grandes ocasiones.
Una vez el tren paró,
y le llevo por todos los rincones del país, durante años
le enseño cada calle y cada persona que en ella habitaba.
Aprendió a vivir.
La ultima vez que freno aquel tren,
le llevo aun mas lejos, al otro lado del mundo.
Conoció a grandes personas que hablaban raro a luz del dia
pero de noche, a la luz tenue de las lamparas de gas
hablaban, muy bajito, su mismo idioma.
Aprendió a llorar.
El tren pasa de nuevo por la estación, como todos los días a las 20:31.
Por las ventanas
pasan veloces
la caras
los reflejos de los viajeros
la luces.
Cree incluso reconocer a alguna persona de anteriores viajes
levanta su brazo para saludar pero el tren ya ha pasado.
El tren se marchó a lo lejos,
haciéndose pequeño con su ruido, sus caras, sus luces y su gente,
como despidiéndose
otra vez.
Detras de el, el viejo barrendero de la estación acabando ya su turno, detiene su escoba por un segundo, y sin dejar de mirar al suelo, le dice:
- -Dejalo ya, sabes de sobra que desde hace años solo somos una estación de paso. Nunca mas volverá a parar el tren aquí...
da media vuelta y emprende el camino a casa.
Y pensaba si tal vez mañana, a las 20:30 tenga mas suerte.
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